Francisco Javier Martínez
Hernández
ATXAGA, Bernardo, Memorias
de una vaca, SM, Madrid, 2005, 170 págs.
Memorias
de una vaca, de Bernardo
Atxaga, cuenta la historia de Mo, una vaca que, movida por una voz interior que
le acompañará durante todo el relato, decide escribir sus memorias y plasmar en
ellas todos los episodios y vivencias de su vida. Detrás de este llamativo
título capaz de captar la atención de cualquiera se esconde una obra que nos presenta, a través de las memorias de la
protagonista, sus vivencias durante los años finales y posteriores a la Guerra
Civil, desde el momento de su nacimiento hasta el momento su vejez. Con Memorias
de una vaca, el autor consigue incluir un tema bastante inusual en la
literatura juvenil, como es el tema de la guerra, y más concretamente el de la
Guerra Civil Española, bajo una perspectiva muy interesante y divertida al
situar al lector en las profundidades de la mente de una vaca. Como resultado
de estas memorias, Bernardo Atxaga nos presenta una obra sencilla y amena que
consigue envolver al lector en una vorágine de reflexiones sobre nuestra propia
naturaleza, siempre sin olvidar que nos encontramos ante la perspectiva de una
vaca.
La amistad, la soledad, la inadaptación, la reflexión
interior (muy conseguida mediante el uso del monólogo interior), el maltrato
animal o la guerra son temas que podemos encontrar a lo largo de la obra y de
la vida de Mo. En el relato la protagonista reflexiona desde el momento de su
nacimiento sobre qué animal le hubiera gustado ser, sintiendo especial
admiración por el caballo y el gato, animales que admira por su elegancia e
importancia en el mundo. Sin embargo, su voz interior, a la que acaba
bautizando como El Pesado por lo mucho que le habla, le convence de que ser una
vaca es algo muy digno. De esta forma, Mo asume con orgullo su naturaleza de
vaca, no sin debatirse constantemente para demostrarse a sí misma y a las demás vacas que ella no es una vaca tonta,
pues como dice el refrán «no hay cosa más tonta que una vaca tonta». Podríamos
considerar a El Pesado como un personaje que sigue a nuestra protagonista
durante toda la obra, ya que se encuentra dentro de ella. Es su conciencia o
ángel de la guarda, y con él se producen los momentos de reflexión. Esta
personalidad tan reflexiva de la protagonista hace que el lector pueda
encontrar rápidamente posibles paralelismos entre las cuestiones y sentimientos
a los que se enfrenta la vaca, con situaciones reales que todo ser humano puede
llegar a sentir o enfrentarse en la vida.
La sencillez del lenguaje que presenta la obra puede
verse levemente ensombrecida por el uso de expresiones en francés por parte de
Pauline Bernadette, una monja que se encarga de cuidar a Mo en sus años de
vejez. No obstante, esto no hace que la lectura de la obra resulte complicada.
El carácter abierto del final de la obra puede abrir paso
a diversas actividades de creación y composición. Pienso que en primero y
segundo de la Educación Secundaria Obligatoria podría producirse una lectura
provechosa de la obra, sin embargo, y a pesar de tratarse de una obra de
literatura juvenil, la obra admite una lectura más adulta y reflexiva, por lo que
es una lectura recomendable para cualquier persona. De esta forma, la obra
puede tener dos lecturas: una dirigida a los lectores más jóvenes, centrada en
la historia de la vaca, y otra dirigida a un lector más adulto, con una lectura
más profunda, centrada en la crudeza de los acontecimientos que ocurren cerca
de Mo, en el caserío de Balanzategui, lugar en el que pasa la mayor parte de
los años de su vida y en el que transcurre la mayor parte de la obra.
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