Cartas de invierno es
una novela juvenil de terror escrita por Agustín Fernández Paz (Vilalba, 1947),
ganadora del Premio Rañolas de literatura juvenil e infantil. Fue publicada por
la editorial Edicións Xerais en 1995 en su idioma original, el gallego. Las
diferentes ediciones en español (recientemente se ha publicado la 28ª) han sido
elaboradas por la editorial Ediciones SM. Consta de 89 páginas.
La novela comienza presentando a Teresa Louzao, quien,
tras varios meses sin noticias de su hermano Xavier, novelista de prestigio
internacional, recibe una carta en la que él mismo anuncia la posibilidad de su
propia desaparición o muerte en extrañas circunstancias. En caso de no recibir
noticias suyas, le dice, debe acudir a Vigo en busca del inspector Soutillo y
entregarle un sobre cerrado que, por su propia seguridad, ella no debe abrir.
Sin embargo, preocupada por su hermano, Teresa no puede
resistir la tentación y abre el sobre. En su interior encuentra una serie de
cartas y unas fotografías extrañas que Adrián Novoa, un reconocido pintor
gallego y amigo íntimo de Xavier, envió a su hermano durante la estancia de
éste en otro país.
En sus cartas, Adrián narra los distintos misterios a los
que se enfrenta cuando, tras una extensa carrera como pintor en el extranjero,
decide mudarse a su Galicia natal en busca de nueva inspiración para iniciar
una nueva etapa artística. Novoa comenta su intención de volver a su tierra a
su gran amigo Xavier, quien, bromeando, le muestra un anuncio en un periódico:
“VENDO casa embrujada, absténganse curiosos y bromistas”.
Entre risas, Louzao
reta a su amigo a hacerse con ella y éste acepta. Lo que en otras
circunstancias habría sido una mera anécdota, se convierte en una realidad y
Novoa compra la vivienda. Nada más mudarse, comienza una relación entre ambos:
La casa despierta sus misterios y trata de comunicarse con su morador, quien se
siente inspirado, aterrado e incapaz de no acudir a su llamada.
Pese a su final irresoluto que, sin duda, dividirá a los
lectores y a la breve mención a una historia de amor prescindible, el hecho de
que la obra esté escrita en género epistolar ayuda a que el lector se sumerja
en el suspense y que lo viva en primera persona. Las cartas van desvelando poco
a poco los extraños acontecimientos a los que sus protagonistas se enfrentan en
un lenguaje claro y sencillo, propio de las cartas amistosas, lo que dota a la
novela de gran verosimilitud, muy difícil de conseguir en este género. Esta
verosimilitud que, personalmente considero es el gran rasgo fundamental que
toda buena obra de terror debe alcanzar para lograr su finalidad, se muestra
también en las reflexiones de Novoa al enfrentarse a acontecimientos
sobrenaturales: Dudas sobre su propia cordura, obsesión y miedo son elementos
con los que el lector se identificará fácilmente.
Por otro lado, el autor logra describir magníficamente en
pocas páginas los paisajes gallegos y la magia de esa tierra céltica. Como no
podía ser de otra manera, un relato así solo podía ocurrir en la tierra de las
meigas.
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