Monica Zaffino
Año de publicación: 1981
Portada e ilustraciones: Adolfo Calleja
Páginas: 82
José María Sánchez Silva, nacido en
Madrid en 1911, fue el único escritor español que en 1968 recibió la medalla
Hans Christian Andersen, importante premio de la literatura infantil y juvenil.
Huérfano desde los diez años, tuvo una
vida muy difícil: después de la muerte de la madre tuvo que vagabundear por las
calles de la ciudad hasta que ingresó en un instituto para huérfanos y niños
con dificultades económicas.
Publicó su primer libro de cuentos en
1934 pero consiguió la fama en 1953 con Marcelino
Pan y Vino, libro traducido prácticamente a todos los idiomas y que alcanzó
una gran difusión internacional, junto a la versión cinematográfica homónima,
rodada en 1955 por el húngaro Ladislao Vajda, que se convirtió en uno de los grandes éxitos
del cine español y no sólo. Entre otros galardones, recibió el Premio Nacional
de Literatura “José Antonio Primo de Rivera” y el de Periodismo “Mariano de
Cavia”.
Ambientado en la época de la invasión
napoleónica de España, Marcelino Pan y Vino
cuenta la historia y las aventuras de un pobre niño abandonado al nacer en
frente de la puerta de un convento de doce frailes franciscanos, que
considerándolo un tesoro precioso, deciden hacerse cargo de él. Bautizan al
niño y lo llaman Marcelino, como el santo del día en el que lo encontraron; lo
crían con la leche de una cabra (qué será una de las compañeras de juego del
niño) y le dan todo el amor y el cariño del mundo. Le enseñan a conocer y a
rezar a Dios, pero le dejan también la libertad de jugar con su amigo invisible
Manuel y con todos los animalitos del jardín, como el gato Mochito y la cabra
nodriza, y de correr y conocer el mundo a través de las frecuentes salidas al
pueblo de los frailes.
El niño representa una fuente de
alegría y de entretenimiento para el convento pero también el pesar de los
buenos frailes, ya que sus robos de fruta en la huerta y sus trastadas en la
cocina o en la capilla les da muchas preocupaciones; sin embargo todos le quieren
como a un hijo y a un hermano al mismo tiempo.
El pequeño Marcelino sólo tiene una
prohibición: no puede subir las escaleras de la troje y del desván, ya que son
muy imperfectas y peligrosas para un niño pequeño como él. Pero el niño muy
curioso de saber lo que se esconde allí, desobedece y sube con la ayuda de un
palito y con su amigo Manuel. Abriendo la puerta del desván, encuentra a un
hombre semidesnudo en una cruz; lo que descubre lo asusta un poco al principio,
pero luego, día tras día, el niño entiende que aquel hombre es Jesús
personificado, aquel Jesús de quien siempre oía hablar en el convento y
que gracias al milagro del amor se había hecho carne. Marcelino decide entonces
traerle cada día mantas para que no
tenga frio y comida, sobre todo pan y vino, para que no tenga hambre. En él reconoce un amigo sincero: el
niño le habla, le cuenta sus problemas, sus angustias y sobre todo su deseo más
grande. Aquél deseo que por fin podrá hacerse realidad.
Como el mismo autor afirma, el origen
de Marcelino Pan y Vino es una
historia contada repetidamente por su madre cuando él era pequeño. Gracias al
personaje de Marcelino y al amor incondicionado que el huerfanito demuestra al
Señor, Sánchez Silva logra conmover a los niños e incluso a los adultos con un
relato que, después de su lectura, deja algo en el corazón y en el alma de
todos.
Se trata de un cuento escrito “como
quien lava”, que pretende narrar con un lenguaje claro y sencillo, adapto para
los niños de todas las edades, una historia cristiana “dulce y suave”, “preñada
de la idea de la muerte” que nos enseña que lo más importante que se tiene que
hacer en nuestra vida es creer en el amor y en las palabras de Jesús, dejarnos
apretar en su abrazo cariñoso, para que luego, cuando llegue el momento,
seremos capaces de morirnos con serenidad en su abrazo para volver a ver a
nuestros familiares, a nuestros queridos y al Señor, exactamente como hizo el
pequeño Marcelino.
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