jueves, 14 de enero de 2016

La casa pintada

AMO, Montserrat del. La casa pintada. Madrid: SM, 1994, 121 p.


Como el trazado de un lienzo laboriosamente pincelado con colores, La casa pintada se nos presenta con un estilo tan diáfano que asombra. Profundidad revestida de sencillez, nos llega de la mano de una de las pioneras de la literatura infantil y juvenil en España. Nacida en Madrid en 1927, escritora «de nacimiento», contadora de cuentos, viajera, amante de la lectura y licenciada en Filosofía y Letras en la especialidad de Literatura Hispánica, no sorprende que escribiera más de cuarenta obras, entre ellas Patio de corredor (1966), Zuecos y naranjas (1968), La piedra y el agua (1981), El abrazo del Nilo (1990) o La noche (1994). Sus obras han sido traducidas a varios idiomas y recibido numerosos galardones literarios, entre los que se cuentan el Premio Lazarillo (1960) por Rastros de Dios o el Premio CCEI de Literatura Infantil y Juvenil (1991) que recibió justamente por la obra que nos ocupa, La casa pintada. Su voz, tan sencilla como expresiva y poética, nos dejó, por desgracia, el año pasado.  

La autora contando un cuento a las víctimas del
terremoto de Chile para tranquilizarlas
    Precisamente con ese sabor a cuento maravilloso que nos producen la curiosidad y la emoción de explorar una cultura ajena, la oriental, y unos tiempos gloriosos y remotos, Montserrat del Amo nos plantea una historia de sueños y ensueño. En la era dorada de China, en la mismísima época del colosal Huang Ti y en un paisaje natural en el que las casas de los campesinos son todas feas y negras, sólo el Emperador puede permitirse el lujo de vivir en un palacio pintado. Los colores encierran el mundo entero, y sólo él tiene la dignidad para ostentar el dominio del universo.  Pero Chao, un niño de 5 años hijo de una familia de campesinos, se queda prendado de esos colores tan pronto como los ve y, desde entonces, perseguirá un delicado sueño: tener una casa pintada.
    Aunque tal vez la historia pueda resultar demasiado «infantil» para el público recomendado —a partir de 12 años—, los personajes probablemente despertarán la simpatía de todo lector. Chao, el protagonista, es un niño alegre, respetuoso, soñador y observador, que va creciendo mientras avanza en sus peripecias por alcanzar su meta. Otro de estos personajes carismáticos es el Abuelo, que, en contraposición al anciano vecino Kum Tsé, representa al sabio «auténtico» y virtuoso, como se aprecia sobre todo en el capítulo de «La luna llena» (pp. 33-44). Con todas sus cualidades  —tranquilo, paciente, fuente de consejos y veraces máximas, inteligente y astuto pero sin grandes ínfulas, respetuoso y considerado con todo y con todos— no es de extrañar que actúe como mentor de Chao. Por su parte, Li, personaje enigmático de su misma edad, biznieta de Kum Tsé, pese a toda su astucia y secretismo no puede ser descrita de otra forma que como leal amiga y aliada de Chao, y llega a ser su compañera de sueños. Los padres de Chao, sin demasiado peso, se materializan en la historia quizá con la intención de hacer un reflejo real de la preocupación paternal y las responsabilidades del niño.  
    Mención aparte, no tanto por su espacio en la obra como por el símbolo que implica, merece Huang Ti. Es el primer emperador de China, personaje fundamental de la tradición oriental que en nuestra sociedad es conocido, especialmente, como en la obra de Borges, por su descomunal construcción de la Gran Muralla China y por su no menos considerable quema de libros. Aparece en La casa pintada encarnando de manera suave el despotismo, la crueldad, la injusticia y el celo desmedido e irracional por proteger las posesiones. Se trata de un personaje poderoso pero distante, del que acertadamente tenemos conciencia como si fuéramos súbditos, sin presencia directa, sólo a través del reflejo de sus órdenes y de oídas por boca de otros personajes.
    Una variedad de temas secundarios atraviesan la obra y la enriquecen con una multitud de principios morales que pueden servir de clave educativa para el público infantil. Entre otros, señalamos el respeto por la naturaleza, como en la reverencia a la primavera (p. 19) o la admiración de los jardines (74-75); el valor de la amistad, explícito, por ejemplo, cuando Li lo salva del fuego (p. 61); la recompensa de la perseverancia, a lo largo de toda la historia; la virtud de la paciencia (p. 18); la sensibilidad, la empatía con los pensamientos y sentimientos de los mayores o el emprendimiento y la toma de responsabilidades…
    Otro de los aspectos enriquecedores es el valor intertextual y cultural. Como clave introductoria del libro, la autora presenta a un personaje fundamental de la tradición China y sus actos igualmente bien conocidos. Igualmente, cuida de manera bastante verosímil los detalles de un ambiente lejano en el tiempo y el espacio como lo es China en los tiempos de su fundación: la importancia de la agricultura y el cuidado del huerto, la vida humilde del campesino y la majestuosa del Emperador, los múltiples usos del bambú, el uso del té, la estera de paja donde duerme Chao… También nos transmite proverbios  y mensajes de la filosofía zen, como los de las páginas 42 y 43 o 74 y 76.
  El trasfondo es probablemente una de las razones por las que podríamos animar a la lectura de esta obra a un público no infantil, pues el lenguaje, sencillo, sí, tampoco nos ha resultado tan poético como en otras obras, como Chitina y su gato. El público infantil (para nosotros, entre 10 y 12 años, quizá) sí podrá disfrutar del argumento, y para los niños la recomendación viene dada también por el estilo, la cultura y los valores que transmite La casa pintada.
    Personalmente, la obra nos deja la sombra de algunas dudas o notas discordantes: ¿el final es verosímil y coherente con los personajes (incluidos Kum Tsé y el Emperador) o se han forzado en virtud del mensaje? ¿Es casualidad que la autora se haya olvidado del rojo, emblema del «poder, la victoria y la guerra» (p. 39) a la hora de pintar la recompensa de Chao, igual que se olvidó el Abuelo del amarillo, «el oro y la riqueza», en su intervención (p. 40)? Resulta curioso notar que precisamente el nombre de nacimiento de Huang Ti fuera Chao Cheng y que accediera al trono con apenas 13 años , ¿existe tal vez un paralelismo entre ambos ocultando algún significado? En cualquier caso, la obra parece indicar con bastante claridad cuál es la vía para conquistar «el universo»: por un lado, el compromiso y la perseverancia; por otro, la bondad y la capacidad de sacrificio. Finalmente, como dice un proverbio de la sabiduría oriental: «el que hace el bien de los demás hace el suyo».

Patricia Sánchez García
                                                                                                                                  
BIBLIOGRAFÍA
AMO, Montserrat del. La casa pintada. Madrid: SM, 1994, 121 p.
BORGES, J. L., «La muralla y los libros», Otras inquisiciones, en Obras Completas, II, Buenos Aires: Emecé Editores, 1989, p. 13
ESCUELA, L. Entrevista a Montserrat del Amo. AEDA (Asociación de Profesionales de la Narración Oral en España). [05/09/2012] [Consulta en línea, 13/01/2016: http://narracionoral.es/index.php/es/documentos/articulos-y-entrevistas/entrevistas/15-montserratdelamo]
GARCÍA PADRINO, J. (direcc.). Montserrat del Amo. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. [Consulta en línea, 13/01/2016: http://www.cervantesvirtual.com/portales/montserrat_del_amo/presentacion/]
VV.AA., Government Leaders, Military Rulers, and Political Activists, Connecticut: Oryx Press, 2001, p.  169

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